por Mariana dos Santos, 2025
Es indudable decir que todas las personas desean vivir en armonía, en un lugar seguro y agradable. Pero ¿qué pasa cuando el deseo de las personas de vivir en ciudades estéticamente agradables, que se parecen a escenas de una película americana, se convierte en uno de los factores que genera una sociedad más insegura para todos? Las ciudades privadas nos atraen con la idea de una sociedad perfecta; sin embargo, su propia concepción se basa necesariamente en la exclusión social. Estas ciudades son una solución que resulta en más problemas, y al intentar resolver los problemas urbanos, crean más dificultades y cultivan divisiones sociales más profundas mientras permanecen socialmente aceptables. En América Latina y otros países que fueron construidos sobre un régimen colonial, las ciudades privadas refuerzan las opresiones históricas que deben ser deconstruidas si aspiramos a una sociedad verdaderamente harmoniosa para todos.
Las ciudades privadas, también conocidas como comunidades cerradas o zonas autónomas, son caracterizadas por tener vallas, muros, seguridad profesional y verjas de separación que funcionan como fronteras, impidiendo que quienes no pueden pagar para vivir allí accedan a la región.[1] Dentro de estas ciudades existen escuelas, transporte, supermercados, plazas, iluminación y otros servicios, todos financiados con el dinero de los residentes de la ciudad privada. Esto recuerda a un pequeño gobierno o una comuna, y en cierto sentido, las ciudades privadas simulan a lo que el gobierno debería ofrecer a todos sus ciudadanos en primer lugar.
Pero, ¿Qué problemas plantea que las personas se reúnan para vivir en una comunidad más segura y más adecuada para ellos y sus familias? En primer lugar, tenemos el problema que estos residentes vivirán en una burbuja. Sin contacto com el mundo real, no solo ellos vivirán en una realidad paralela, sino que também se convertirán en ciudadanos desinformados. Por tanto, creará futuras generaciones igualmente ignorantes del contexto social, creará más ciudadanos desinformados. Cuando asistes a la escuela y realizas todas actividades solo con personas privilegiadas como tú, solamente vas a lugares con estas mismas personas, y vives aislado de la realidad, ¿cómo serás un ciudadano participativo de la democracia? Las consecuencias negativas de vivir en una burbuja van más allá de las consecuencias individuales: ciudadanos desinformados y alienados representan un peligro para la democracia. Una vez que las personas que tienen más poder (considerando que pueden pagar para vivir en una ciudad privada) no necesitan del soporte del gobierno para las cosas que califican como derechos básicos–agua, transporte, seguridad, salud, educación–,¿cómo vamos a presionar al Estado para que proporcione estos recursos con calidad a la mayoría de ciudadanos que viven fuera de la ciudades privadas?
Considerando la formación colonial de los países del sur global, las ciudades privadas son más una forma de opresión y mantenimiento del racismo sistémico. Las personas a quienes se les permitió acumular riqueza por situaciones històricas, heredarán grandes porciones de tierra de sus generaciones pasadas, y tendrán el poder político por su condición histórica privilegiada. Las personas que viven afuera de las ciudades privadas son en su mayoría grupos minoritarios que han sido oprimidos históricamente. Las ciudades privadas, por tanto, sirven para reforzar este racismo sistémico que es la causa de las condiciones de pobreza y falta de calidad de vida y seguridad para los de fuera. Por tanto, se continúa oprimiendo a los grupos minoritarios mientras que los propios habitantes de las ciudades privadas ignoran las malas condiciones de vida de los de fuera. Dado que los grupos de poder son compuestos mayoritariamente por personas blancas, las ciudades privadas son una nueva forma de generar segregación social.
Quizás las ciudades privadas, debido a los beneficios individuales que ofrecen a cambio de desastres urbanos, se conviertan en algo que reconocemos como error pero continuamos haciendo, como consumir carne roja o utilizar plástico. Sin embargo, sugiero una medida más drástica: prohibir completamente las ciudades privadas en nuestras leyes. No podemos ignorar los impactos negativos que dividen nuestra sociedad tan drásticamente. A veces, para el bien de toda la sociedad en su conjunto, debemos abrir mano de ciertos beneficios individuales. Este es uno de esos momentos.