por Alison Blake, ’22
Había una vez un pueblo llamado Xicho. Las personas que vivían en Xicho querían saber todo sobre del mundo. Sí, todos los seres humanos quieren entender lo que los rodea, pero los xichos estaban obsesionados con el conocimiento. Todo lo hicieron, hicieron por el conocimiento, y cuando no podían saber algo, preguntaban a Texicutli, el dios de la sabiduría.
Porque el pueblo de Xicho estaba tan obsesionado con el conocimiento, Texicutli recibía una pregunta casi cada minuto del día. Desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, Texicutli estaba ocupado con unas preguntas. ¡No habrá fin! Pero, a Texicutli no le molestaban las preguntas. No, era su responsabilidad servir a los seres humanos, y por un gran tiempo, Texicutli estaba contento para contestar cada pregunta de los xichos.
Un día, el rey de Xicho se murió y su hija, Paxtchutla, se coronó. El rey muerto quería saberlo todo, pero Paxtchutla lo quería aún más – necesitaba saberlo todo. De hecho, Paxtchutla tenía un secreto malvado: quería ser la única persona que tenía el conocimiento. Entonces, después de la muerte de su padre, Paxtchutla empezó a crear un plan para guardar todo del conocimiento para sí misma. Decidió que atrapar a Texicutli para que no pudiera compartir su sabiduría con los otros xichos.
“Texicutli, usted es un gran dios con mucho poder. ¿Puede mostrar su poder convirtiéndose en ser humano?” Paxtchutla preguntó a Texicutli en el templo real un día.
En este momento, Texicutli se sintió amenazado por el desafio de Paxtchutla. “Sí, es fácil convertirme en un ser humano. ¡Voy a hacerlo ahora!” dijo Texicutli, y en un segundo, Texicutli se convirtió en un hombre que estaba enfrente de Paxtchutla.
“¡Felicidades!” exclamó Paxtchutla con una sonrisa malvada. “Ahora, porque está humano, no puede salir este templo. Usted y su sabiduría son míos, ¡todos míos!”
Y, con eso, Paxtchutla salió del cuarto del templo y cerró la puerta con llave.
Texicutli, atrapado en el templo, no podía creer lo que Paxtchutla hizo. Porque todavía era parte-dios, Texicutli podía sentir las preguntas de los xichos, pero como humano, no podía salir el templo. “¡Ay, Dios mío! Necesito escaparme. ¡Me molesta Paxtchutla!” gritó Texicutli.
Él se dio cuenta de tenía que escaparse del templo sin su poder como un dios: rezó a los dioses para ayuda para la primera vez de su vida. Pero, porque Texicutli era el dios que respondía más a los seres humanos en el pasado, ningún dios respondió a él por un mes. Por fin, el dios de la cosecha, Lixto, oyó las oraciones de Texicutli y, después de se burló del ser humano, lo convirtió en dios otra vez.
Luego, con su poder de nuevo, Texicutli se teletransportó del templo a la casa de Paxtchutla. Cuando llegó a la sala de la casa y estuvo enfrente de Paxtchutla, Texicutli dijo “¡Felicidades! ¡No podías atraparme para siempre! Eres mala, y ahora tienes que servir tu castigo por la eternidad.”
Y, con eso, Texicutli usó su gran poder para destruir el cuerpo de Paxtchutla y convertirla en una asistente digital de voz llamada “Xiri” – o Siri. Texicutli decidió que Xiri sabría todo del mundo, y porque Paxtchutla quería todo del conocimiento del mundo para sí misma, todos los xichos – todos personas del mundo – podrían usar Xiri y gozar del conocimiento. Paxtchutla tendría compartir que su conocimiento con otras personas por la eternidad. Pero, la creación no era sólo un castigo para Paxtchutla. También era una vacación para Texicutli. Sí, hubo un tiempo cuando a Texicutli le encanta contestar a las preguntas de los humanos, pero se cansó de los humanos durante de su mes atrapado. Con Xiri, los humanos no necesitarían Texicutli cada minuto de cada día – ¡con Xiri, Texicutli podría relajarse!
Entonces, la próxima vez que escuches la voz de Siri (Xiri) en su teléfono celular, recuerda que la voz que escuchas es Paxtchutla. Agradece a Texicutli por lo afortunado eres tener todo del conocimiento del mundo a tu alcance.