por Carolina Bragg, ’21
El cortometraje Marisol (2019), dirigido por Zoé Salicrup Junco, escrito por Tim Eliot, fue estrenado en el San Diego Latino Film Festival de 2019. Crea un retrato perspicaz y emotivo del apuro de los inmigrantes que tienen hijos, y los desafíos y ansiedades que enfrentan bajo el sistema discriminatorio de ICE.
El cortometraje, filmado en la ciudad de Nueva York, empieza con el personaje central Marisol trabajando en su propia empresa de lavandería llamada “Marisol’s Delicates.” Después de que maneja su hija joven a la escuela, empieza su segundo trabajo para una compañía basada en Uber—en este cortometraje llamado “Qwikk”—porque necesita el dinero. No usa su propio carro ni licencia, sino los de a su amiga. Notablemente, los pasajeros son de múltiples culturas, lo cual refleja el multiculturalismo de Nueva York. Escuchamos sus conversaciones telefónicas en lenguas asiáticas y eslavas.
En términos de cinematografía, el cortometraje contiene muchas tomas de los árboles y el metrópoli. Estas tomas son serenas al principio pero gradualmente se ponen más tensas mientras la trama se agudiza cuando un hombre blanco, representado por el guionista Eliot, entra al vehículo de Marisol y le hace preguntas personales invasivas. Le pregunta a Marisol si es mexicana y le dice que “es difícil para los niños obtener tarjeta verde si los padres no tienen papeles…” Ahora nerviosa, Marisol responde que no se siente cómoda. (Todo este intercambio tanscurre en inglés.) La tensión aumenta aún más cuando el hombre la acusa: “No entiendo como puedes manejar para Qwikk sin papeles.” Resulta que su pasajero es un agente de ICE que está fuera de servicio. Cuando unos policías detienen al vehículo, el agente dice airadamente, “¿Sabes por cuántos años personas esperan legalmente para tener la oportunidad que esta mujer simplemente toma?” Insinúa que Marisol se siente autorizada a tomar lo que quiera, cuando en realidad es el opuesto: Marisol está trabajando horas largas para ganarse la vida y mantener a su hija amada. Sus decisiones son de todo excepto autorizadas.
Afortunadamente, ambos policías son de color y una de ellos le dice al agente, “esto no es nuestro trabajo.” Un momento crucial de tensión ocurre cuando la policía le pregunta a Marisol si su nombre realmente es Luisa Rodríguez (el nombre de su amiga). Marisol dice que sí; la policía mira primero a su cara preocupada y después al hombre de ICE, y le dice a Marisol, “puedes irte. Llega a casa segura.” Esta decisión muestra la empatía emotiva de la policía para Marisol. El corto termina en este mismo tono de la belleza de conexión humana. Marisol regresa a su hija, la abraza con lágrimas en los ojos y le pregunta cómo fue su día en la escuela. Su hija cantó una canción tradicional de México llamada “De colores”. Este detalle refleja el orgullo cultural y la belleza del multiculturalismo. Marisol le dice a su hija, “qué bonita estás.”
Es crucial conocer el contexto político que rodea la historia de Marisol e innumerables familias similares a suya. Hay ciertos ciudades santuario en los Estados Unidos en que “las agencias locales de la ley se rehúsan a ser forzadas a cumplir políticas de inmigración del gobierno federal que perjudican a sus comunidades.” En 2014, Bill de Blasio, el alcalde de Nueva York, firmó dos propuestas de ley que “redujeron significamente el grado en que los funcionarios de la ciudad cooperaran con la ejecución federal de inmigración.” En 2017, Donald Trump emitió una orden ejecutiva para “retirar subsidios federales a los ciudades santuario,” según Sean Spicer, secretario de prensa de la Casa Blanca. Y en 2019, Trump intentó usarlos como una herramienta para atacar a los Demócratas. Presionó “a la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, para que [llevara] a los indocumentados detenidos…en buses a las ciudades santuario ubicadas en los distritos del Congreso de destacados miembros demócratas del Congreso,” con el objetivo de que esos miembros cambiaran su oposición contra los estrictos reglamentos sobre inmigración de la administración de Trump.
Pero en el fondo de Marisol no se presentan cuestiones de política sino de la experiencia humana, y ese elemento fundamental de la empatía. El cortometraje concluye con la epígrafe, “…For we know the heart of a stranger, we were strangers once too.” Esta es una cita de la Biblia, Exodus 23:9. En una entrevista la directora Zoé Junco dijo que le gusta esta línea porque “independientemente de tus puntos de vista religiosos o políticos, define el concepto de empatía con tanta claridad…no es necesario ser un inmigrante para comprender a otro inmigrante…Todos nos hemos sentido como forasteros.”
La idea de conocer este sentimiento y entender la empatía humana que últimamente da al corto un final feliz, se refleja en la Biblia, entre otros textos sagrados. Asuntos políticos—el partido demócrata vs. el republicano, ICE, leyes sobre la inmigración—no son constructos antiguos. Por lo tanto, debemos ver el corto desde una lente de empatía en lugar de postura política. Como dijo Junco, “cuando puedes ponerte en la misma situación como Marisol…todos las capas políticas se despegan. Puedes conectar con ella como un humano. Hay poder en esa conexión, poder para cambiar y avanzar.”
Junco, a través de su arte, conecta el apuro de las familias inmigrantes a la experiencia humana universal. Nos conmueve a ser más empáticos y hacer cambios para transformar nuestras comunidades en lugares acogedores a los inmigrantes y sus hijos.