Nuestros estudiantes de Español 5H y de Español 6 han aceptado el reto de convertirse en escritores. Juntos hemos leído cronológicamente, una amplia lista de obras literarias en español, donde incluimos autores como Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Luís de Góngora y Argote, Sor Juana Inés de la Cruz… hasta llegar a autores más contemporáneos como Federico García Lorca, Gabriela Mistral y Pablo Neruda. A través de nuestro estudio descubrimos que ninguna obra maestra literaria puede ser escrita con el raso uso del intelecto, pues el entendimiento del vocabulario y de la gramática no bastan para interpretar y vocalizar los secretos del corazón. ¿Qué nos dicen los corazones de los estudiantes cuando deciden imponer sus voces al intelecto?
Cuatro profesores del departamento de lenguas han colaborado en la escogencia de algunas de esas voces del corazón que supieron llegar a nuestros oídos. Gracias a la profesora Arantxa Perales, al profesor Mark Connolly y al profesor Xiaolu Shi por apoyar esta iniciativa.
~Doctor Salomón Díaz-Valencia
Mi Tiempo
Daniel Siegel
Deslizar, Abalanzar, Resbalar,
Caer, Sucumbir, Fallar
Volar, Errantar, Flotar
Surfear
Tan concentrado como un soldado en batalla
Luchando contra la corriente, no contra el enemigo
Evitando obstáculos, no disparos
En un estado de paz, no de paranoia
La brisa racheante
El agua salada
El aplauso de amigos
Mi lugar
Mi momento
Mi tiempo
Soy Yo
La Receta
Emma Pottow
La luz del sol se filtraba
a través de los cristales torcidos de las ventanas
y formaba dibujos en la arena oscura.
Pedazos de luz,
pedacitos de vida,
los dibujos animaban el granero de madera.
Forman una luz tan brillante, tan cálida,
que incluso cuando cerré los párpados
supe que todavía estaba allí.
Y así, con los ojos cerrados y los músculos suaves,
deambulé,
sabiendo cada paso del camino.
Manos, asiento, pierna.
Hice una lista en mi cabeza de estos pasos,
ingredientes de una vieja receta.
Primero,
cerré los dedos alrededor de las riendas, amasando el cuero con las palmas.
Segundo, me balanceé hacia atrás sobre mi cóccix, hundiendo mi peso más profundamente en la silla.
Finalmente,
empujé mi montura desde atrás,
apretando suavemente mis pantorrillas alrededor del vientre abultado debajo.
Y así cómo eso,
las fuertes caderas se movían debajo de mí,
las gráciles piernas aterrizan una a una con suaves cascos.
Nos movimos en una hermosa armonía,
una deliciosa culminación de cada uno de estos acorde,
cada uno de estos ingrediente,
reunidos.
Manos, asiento, pierna.
Vi cómo cada ingrediente juega un papel.
Cada ingrediente completa la receta.
Mi Castillo
Ann O’Malley
Aquí, permanezco en mi casa afuera de mi casa
Y veo las olas que dicen lo mismo
Mi lugar
Me gusta la paz del castillo
Puedo ver una vista del mar
El mundo le presenta como azul infinito
Mi navegación, hasta ahora, era sólo yo
Una vida joven, personas que entran y salen como olas
Olas de un lado para otro, contra las paredes construí
Cuando no estuve buscando, apareciste aquí
Cuando no estaba preguntando, apareciste aquí
Cuando no necesitaba tu ayuda, apareciste aquí
Tú eres una parte de mi cuento ahora
Quiero tu presencia en mi próximo capítulo de vida
Pero, necesito tomar esta decisión a tí
Te quiero tú en el castillo con mi
No puedes ser unas de mis olas
Pero, probablemente lo eres
Para mi hermana
Tamsin Connerly
Sé que me voy muy pronto,
Pero no te voy a dejar.
Voy a llamar.
Vas a visitarme.
Esto no es un adiós.
Pero cuando no esté allí
Y necesites a una hermana mayor,
Quiero decirte esto:
Todo va a estar bien, te lo juro.
Rodéate de amigos maravillosos
Que te mantengan a salvo
Y te muestren el mundo.
Cuando nuestros padres estén molestos,
Enciérrate en tu habitación con nuestros gatos.
Todo acabará pronto.
Y cuando se acabe
Y seamos ricas y viejas,
Beberemos juntas jugo de naranja en un huerto.
Te quiero mucho.
Nunca cambies.
Un Amor de Estación
Luke Randolph
Tratas de recordar ese sentimiento persistente
Del calor de la piel como un sol ardiente
Dos cuerpos entrelazados en campos de primavera
Incapaces de satisfacer los deseos del alma.
Pasas un verano de maravilla dorada
El sol poniente capturando la cara de ella
Una cara que sigue desvaneciéndose
Con los vientos amargos de un otoño agonizante.
Como hojas se caen al suelo frío
Tu corazón cae en un silencio helado
Y yace quieto, vacío excepto por los breves recuerdos
De una sonrisa triste y ojos enrojecidos.
Una comodidad pequeña en el mundo indiferente
Gavin Randolph
Ahora, la llama de la hoguera
lucha contra el frío de la tierra,
y pienso que siento el mismo calor
que sintieron las personas hace mil años
cuando encontraron refugio
en el calor del otro.
Y en esta conexión siento los pasos de
mil soldados, las mil canciones de las aves,
mil voces, emociones, realidades.
Siento los vientos de mil años, los mismos vientos
deslizándose ahora por mi piel y mi cabello. Y pienso,
con asombro, en la comunidad de experiencia humana,
que no soy insignificante al universo.
El osito de peluche
Noah Lippa
La lluvia cae en gotas grandes,
y todo huele como el agua pura.
Siempre me ha gustado el olor de la lluvia.
Pero ahora, yo miro a la alcantarilla,
y hay algunos mechones de pelo marrón,
empapados en el agua sucia de la calle,
que fluye sobre la tierra llena de basura, barro,
colillas, trozos rasgados de plástica,
y que huele como la vida adulta:
impura, llena de pecados,
y contaminada con la fealdad del mundo.
No, no es nada. No es nada.
Pero mis ojos vuelven otra vez, y mis pies
me controlan, llevándome al montón de pelos,
y veo, en torrentes de pérdida,
un osito de peluche mutilado.
El pelo está rasgado, calado, sucio;
le falta una oreja y un ojo, como ahora
el lodo ha reemplazado las partes originales.
El pelo está negro en algunos lugares; falta en otros.
De cara al suelo, ya no puede ver el sol,
y solamente la lluvia asquerosa le puede tocar.
Estaba muerto. Muerto. Irreparablemente.
No, no ¡no! ¿Por qué?
Mi cabeza está caliente y enojada;
mis ojos se convierten en vidrio;
y mi corazón llora por la pérdida
de la vida de este dulce osito de peluche.
No merece este destino. No.
No es justo.
Al mirar a la muerte a los ojos,
no me acobardo de miedo.
¿Pero el osito?
Me hace llorar como un niño,
como aquel que ha pérdido su amigo de felpa.