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La sopa de tomates con gotas de huevo

 

“La sopa de tomates con gotas de huevo”

Capítulo original basado en Como agua para chocolate de Laura Esquivel

por Anna Yang (2023)

 

INGREDIENTES:

4 tomates

Dos huevos

Condimentos

Un poco de amor e imaginación

 

MANERA DE HACERSE:

“La cena está lista,” mi mamá gritó a todo pulmón.

Todas las tardes a las 7:00 p.m. desde que nací, el sonido de los tomates chisporroteando y el golpeteo de los batidores penetran a través de la puerta de la cocina, regularmente como las campanadas de un reloj. Hasta 6th grado, no puedo recordar una sola cena que no incluyera el plato famoso — la sopa de tomates con gotas de huevo. Aunque este plato es innegablemente familiar para mis papilas gustativas, no puedo decirle a nadie la receta cuando me preguntaron. De hecho, he probado tantas versiones de la sopa en mi vida que ya no sé la versión correcta.

Mi abuela primero pone el agua a hervir, luego pone tomates picados y huevos ligeramente batidos, finalmente sazona con hojas de cilantro recién cortadas. Mi mamá fríe los tomates maduros hasta que forman una pulpa antes de agregar agua y romper un huevo. Mi papá agrega la mitad de los huevos batidos y diluye el resto de los huevos con partes iguales de agua, antes de verter en una sartén con sopa tomate hirviendo. A menudo, escuchaba a mis padres pelear cuál de sus recetas es la única perfecta, pero nunca llegaron a un consenso. Cuando mi madre tocaba la puerta de mi habitación todas las noches para cenar, me preguntaba a mí misma cuál versión de la sopa iba a comer hoy.

Haber vivido con mi familia durante los primeros once años de mi vida, mi memoria gustativa quedó grabada con el sabor de los tomates agridulces fusionándose con la textura viscosa de los huevos. Sin embargo, para la escuela secundaria, me transfirieron a un internado y solo iba a casa los fines de semana. A medida que el inevitable paso del tiempo me empujaba hacia la independencia despiadadamente, este ritual diario se convirtió en uno semanal. El contenedor de comida en mi dormitorio estaba relleno al borde con latas de sopa de tomate para microondas, ninguna de las cuales podía reemplazar las recetas que conocía y amaba. La única vez que pude probar la versión de la sopa de mi abuela fue durante las vacaciones de verano, ya que ahora vive a 15 horas de vuelo. Un verano, cuando ayudé a mi abuela a cortar tomates en la cocina, noté como las arrugas en la piel suelta de sus manos se habían profundizado desde la última vez que la vi y como sus manos comenzaban a temblar cuando sostenía el cuchillo. Sus nudillos y dedos envejecidos me decían que ya no podía batir los huevos sin dejar caer el tazón en el piso de la cocina, así que mi mamá y yo hicimos todo lo posible para recrear su versión de la sopa. Pero nada de lo que preparamos sabía igual.

Esa noche, mi abuela finalmente compartió su receta conmigo mientras me sentaba en un taburete al lado de su cama. “Cuando el agua hierva,” mi abuela se sentó abruptamente mientras la cama crujía desde debajo, “vierte los huevos lo más rápido que puedas y cambia a fuego lento durante exactamente 5 segundos. No más y no menos.” Todo lo anoté en un cuaderno paso a paso, junto con las recetas de mi mamá y papá, que decidí guardar para siempre. Sin embargo, cuando registré las recetas de sopa de tomate con gotas de huevo de todos los miembros de mi familia, me di cuenta de que la única que faltaba en ese cuaderno era mi propia. Experimenté con los diferentes elementos que mi mamá, mi papá y mi abuela incorporaron para hacer que sus sopas fueran únicas, modificando el orden y las proporciones de los ingredientes para solidificar mi propia receta reconocible.

Han pasado 17 años, y todavía no tengo una receta. Mis dedos no eran tan fuertes como los de mi padre cuando batía los huevos en la medida perfecta, ni tan firmes como los de mi madre cuando vertía la mezcla sobre una olla de agua hirviendo a la velocidad perfecta. Si pongo los tomates en una olla de aceite de oliva candente demasiado pronto, las salpicaduras de aceite atacarían mi delantal como balas. Entonces, en la cocina anoche, dejé a un lado la pluma y el libro de recetas, y rompí un huevo directamente en la sartén. Lo vi chisporrotear burbujas de ferviente pasión que ninguna receta puede capturar por completo. ¿Por cuántos segundos? No sé. Pero sé que sabía increíble.

Por primera vez, con orgullo, llevé la olla de sopa sobre la mesa. “La cena está lista,” dije.