Al principio del verano, mi hermana Olivia y yo hicimos una lista de los amigos con los que queríamos quedarnos en contacto después de que se fueran a la universidad. Nosotras dos siempre somos horribles de mantenernos en contacto con personas—es una flaqueza de nuestra familia. Pero, Merritt, por supuesto, estaba en lo alto—la primera persona—de las dos listas nuestras. En mis ojos, ella era una santa, una joya. La amo mucho, mucho. Crecí con ella y su familia. Merritt era la primera amiga de mi hermana cuando ellas tenían cinco años. La familia de Los Levitan—con las dos hermanas, Hunter y Merritt, y el hermano, Jo—siempre nos recuerda a nuestra familia que tiene el mismo número de hijos, pero decimos en broma que los Levitan siempre son más acicalados que nosotros.
Hace dos años, Merritt hablaba conmigo sobre el intercambio español cuando yo decidía si debía hacerlo. Ella me animó, diciéndome que ahora, tiene un mejor amigo que vive a través del Atlántico. Hablé con muchas personas antes de participar en el intercambio, pero lo que Merritt dijo se ha quedado conmigo. Ella siempre era tan apasionada de aprender y experimentar y vivir. Este verano, mi familia viajó a España otra vez para ver a mi correspondiente del año pasado y también, hablar con Carlos, el correspondiente de Merritt. Mi hermana y yo nos reunimos con Carlos en el “Montaditos,” nuestro restaurante favorito en Madrid. Pasamos mucho tiempo hablando de nuestros intercambios, y compartiendo historias de Merritt, que era una parte fundamental de los dos intercambios. Blanca se había quedado con ella y su familia el año pasado. Los Levitan era la familia perfecta para el intercambio: abierta, graciosa, risueña. Era obvio que Carlos quería tanto a los Levitan. Preguntó por cada uno—Hunter, Joe, Anna, Rich. Quería saber cómo estaban. ¡Qué suerte tenía él de vivir con Merritt durante un mes! Es imposible que una persona conozca a Merritt y no la ame. La gente que la conoce, la ama, y la gente que la ama está bendita. Ella era la persona con que todos querían hacer amistad. Toda la comunidad de El Pilar honra a Merritt y les manda amor, oraciones, fortaleza y fe a todos afectados de Merritt. Con su bondad, Merritt ha afectado a la gente alrededor del todo mundo.
Todos los días, pienso en Merritt. Ella siempre me recuerda ser la más auténtica y honorable que yo pueda ser. En momentos cuando me equivoco, ella me corrige. Ella era magnética, radiante, brillante. El día antes del baile de barco el año pasado, Merritt vino a mi casa, aunque no iba al baile, para ayudar y charlar con mi familia en la cocina mientras yo y mis amigos nos vestíamos. Después del baile, mi madre me dijo que Merritt era una persona con que es increíblemente fácil hablar—tiene una presencia siempre bienvenida—y que disfrutó tanto de pasar tiempo con ella.
Otro momento en la primavera que recuerdo cuando pienso en Merritt era una tarde calurosa y aburrida cuando estuve en mi práctica de deportes, jugando al softball en el campo. Yo estaba de pie en el jardín, fuera y alejada de la acción. Merritt, que andaba en el camino, me vio y me acercó. En el jardín, hablamos y hablamos sobre todas las cosas del mundo. Solamente cuando oímos un grito, nos dimos cuenta de que todo mi equipo estaba mirándonos en el jardín, preguntándose quién era la chica que había unido a nuestra práctica. Después, ella se quedó con nosotras toda la tarde.
Pienso que solamente las personas más fuertes y más buenas pueden unir a la gente después de irse. Merritt siempre nos une. El año pasado, hice amistad con personas a que yo nunca hubiera conocido sin Merritt. Aunque ella no est’a aquí, no nos rompimos en su ausencia sino que nos reunimos, y nos encontramos para comodidad—un testimonio a la fortaleza de Merritt. De esta manera, ella siempre está presente. Se queda con nosotros aquí y a través del mar. No hay mejor regalo.
La echo de menos más de lo que puedo decir. Estoy en asombro y completa admiración de la familia de los Levitan. Su fe y estabilidad son impresionantes. Me ayudan a encontrar paz y espero que todos vosotros encontréis paz, también. Es lo que Merritt hubiera querido. La amamos. La honramos.
Por Emmy Atwood