Poesías, Vol. I

Poesías de Julie Sullivan (2023). Estas obras poéticas representan parte del proyecto final (“senior project”) que llevó a cabo Julie durante el mes de mayo bajo la dirección de Dra. Funes.


Dorada  

El sol cuelga bajo sobre el horizonte,

el mundito debajo inundado con

la luz de su dios, celestial y brillante.

Pintada, dorada, la tierra recibe su don.

En medio del campo, un prado se eleva.

El paisaje de un sueño, eterno y olvidado,

cada día rehecho, renacido en la luz nueva,

sube, un mar de verde suave y purificado.

¡Y las flores! Caídas del cielo, estrellas radiantes

tan delicadas, pinchazos de fuego dorado.

Sus tallos diminutos salpican el camino delante,

acianos y tréboles y dientes de león estrellados.

Aquí, entre el oro, el tiempo se desvanece.

Los árboles se inclinan como en una reverencia,

coronados mientras la tierra se enaltece.

La pradera brilla con vida en su trascendencia.

La luz dorada ilumina cada detalle.

Las sombras y luces se entrelazan

en la magia, una fantasía inevitable.

Aquí, ahora, todas las memorias finalizan.


La abeja final  

En el luz de sol poniente,

una abejita vuelta,

lentamente y con poco ruido,

solo su zumbido blando de luto,

como si la carga de su cuerpo

se hubieron vuelto demasiada pasada

para que sus alitas de encaje pálido 

la sostuvieron.

¡O, la carga de la tierra! 

Soltera, lentamente, la abeja vuelta,

sobre los prados y campos vacíos,

sobre un mundo que ya se olvida.

En el luz de sol poniente,

hay solamente tu, abejita.

El recuerdo de esas vidas pasadas

ya se han desvanecido

como el mundo sin ellos.

Ahora, la tierra es tuya, abejita.

Aquí estás, entre el césped angosto.

El guardia final en este día de luto.

Y la tierra se lamenta, 

su vigila el sonido de los grillos llorando,

sus lágrimas el rocío de cada mañana,

cada mañana sin sus cuidadoras.

¡O, la carga de la tierra! 

Es demasiada, incluso para ti, abejita.

Tan fuerte, tan vigilante,

con su cuerpo pequeño,

sus alas rotas de encaje marfil.

Eres mas que hermosa aqui,

en la luz del sol poniente,

la abeja final.

El sol se pondrá esta noche,

como sera manana y todas las dias,

hasta que incluso el tiempo se haya detenido, 

y el sol se sentará, solo en el universo, 

suspendido sobre el horizonte por eternidad

como lo hace en este día de luto.

Brillará con su luz dorada sobre la tierra gris

silenciosa en su atemporalidad eterna.

En la luz de ese sol poniente final, 

uno verá solo bosques perdidos 

y campos vacíos y flores marchitas, 

una tierra desnuda y olvidada de todo.

¡O, la carga de la tierra! 

En el luz de sol poniente,

hay solamente tu, abejita,

la abeja final.


La manada papelada 

Nubes esponjosas en el cielo cobalto,

de algodón suave y lana celestial.

Ovejas caprichosas, pastan el mundo alto.

Lentamente, flotan en el pasto trascendental.

En el firmamento se deslizan con calma,

dibujando figuras con suaves pinceladas.

Son blancos sus rostros, sin mancha cada alma,

formas dulces y redondas, la manada papelada.

No entienden las maravillas de su arte,

de la fugacidad de su belleza temporal.

Simplemente flotan sobre el campo del tarde,

pintando de sueños este lienzo astral.


Cayendo  

Las dunas están cayendo.

Así como cada estación se desliza hacia la siguiente, 

la arena se desliza sobre los bordes de la cara del acantilado, 

cayendo.

Lentamente, si, 

tal vez demasiado lenta por los ojos de nosotros.

Pero la tierra lo sabe.

La tierra lo siente.

Aquí fluyen las arenas del tiempo, 

derramándose 

lentamente 

sobre la playa debajo 

como las de un reloj de arena.

Lentamente, 

cae.

Pero un reloj de arena no puede fluir para siempre.

Ya se desliza en un momento de tiempo,

hasta que no quede nada excepto

esta memoria 

desintegrada.