Por Stephen O’Connor
El primer partido organizado de hockey fue jugado el 3 de marzo de 1875 en Montreal, Canadá. El partido fue entre dos equipos de 9 jugadores. Muchos de los jugadores iban a de Universidad McGill. Sin embargo, el hockey tiene una historia rica antes de este partido.
Todo comenzó muchísimos años antes, cuando los tatarabuelos de mis tatarabuelos vivían, con un niño esquimal que se llamaba Amaqjuaq muchas décadas antes.
Amaqjuaq vivía encima del hielo. En aquel tiempo, todos los juegos se jugaban sobre de la tierra. Amaqjuaq y las otras personas de su pueblo no podían jugar. Este problema le hizo triste a Amaqjuaq. Pero, Amaqjuaq tenía una idea. Amaqjuaq quería hacer un sacrificio a Ataneq, el dios de la diversión, y especialmente deportes. Para dar un sacrificio fructífero por Ataneq, Amaqjuaq necesitaba hacer tres cosas. Primero, necesitaba ofrecer la sangre de diez osos. Segundo, necesitaba ir al sur y encontrar cien manzanas. Tercero, necesitaba recoger toda la gente de su pueblo para el sacrificio. Era una tarea muy difícil, pero Amaqjuaq estaba decidido.
Un mes antes del sacrificio a Ataneq, Amaqjuaq fue al sur con la esperanza de que podía encontrar las manzanas. Una semana pasó antes de que Amaqjuaq se desapareciera la nieve y podía ver el césped. Amaqjuaq seguía caminando, y no tenía mucho tiempo. De repente, un hombre apareció en su camino. El hombre dijo, “¡Alto! ¡Estás entrando sin autorización!” “Lo siento, estoy buscando cien manzanas. No vivo cerca.” El hombre, que se llamaba Hockey, fue muy simpático, y le enseñó a Amaqjuaq un valle. “Puedes encontrar sus manzanas en este valle, pero están ocultos.” Con su nueva información, Amaqjuaq fue al valle. Milagrosamente, una canasta con cien manzanas estaba allí debajo de un árbol, y Amaqjuag las vio. Amaqjuaq, con sus manzanas y su nuevo entusiasmo, decidía volver a su pueblo.
Amaqjuaq llegó a su pueblo una semana antes del sacrificio. Las otras cosas obligatorias para el sacrificio no eran tan difíciles como la aventura de las manzanas. Un cazador de oso le ayudó a Amaqjuaq con la sangre de los osos. También, Amaqjuaq hablaba con todas las personas en el pueblo, y todas decían que irían al sacrificio. Todo estaba perfectamente para un sacrificio exitoso.
El día del sacrificio a Ataneq llegó y Amaqjuaq estaba preparado. El sacrificio iban a ocurrir en el centro del pueblo al atardecer. La sangre y las manzanas estaban encima de una roca grande, actuando como una mesa de ofrenda sagrada. Todo del pueblo estaba presente. Cuando el atardecer llegó, un gran rayo golpeó la roca, y la sangre y las manzanas se desintegraron. Lo único que permanecía eran marcos negros del rayo en la roca. Amaqjuaq inspeccionaba la roca y descubría un algo extraordinario. Los marcos eran un dibujo de direcciones para un juego nuevo. Amaqjuaq miró el dibujo y entendía inmediatamente. Ataneq señalaba que Amaqjuaq y las otras personas de su pueblo debían jugar un juego con palos, una pelota, y los patines. Amaqjuaq no tenía una pelota, pero vio un disco de madera quemado que era un resultado del rayo. Los vecinos del pueblo dieron gracias a Amaqjuaq, pero un hombre preguntó, “¿Cómo se llama este juego?” Amaqjuag no sabía, pero de repente él se daba cuenta del nombre. “¡El juego se llama jockey porque el hombre que me ayudaba se llama hockey!” dijo Amaqjuaq.
Y, desde este momento, el deporte de hockey se ha jugado. Sin Amaqjuaq, jockey, un deporte muy popular en el mundo hoy, no podría existir. Las vidas de todas las personas del pueblo esquimal de Amaqjuaq estaban mejoras después de la creación de hockey, y era posiblemente gracias a un niño valiente quien se llamaba Amaqjauq y su dios favorito, el dios de diversión, quien se llamaba Ataneq.