por Lucas Westphal (2025)

El niño chiquito tiene una camisa favorita. Cada mañana la busca, y si la encuentra se la pone con una sonrisa en la cara. Cuando se pone esa camisa, con ese color rojo oscuro que ama tanto, el niño se siente como uno de esos superhéroes que ve en las películas; lo puede hacer todo. Con una energía contagiosa y una curiosidad constante se atreve a hacer lo imposible. Se trepa en cada árbol, se va corriendo por cada campo y quiere conocer todo lo desconocido. Todo le interesa: los perros, las nubes, los árboles, las piedras, las moscas, las casas, los otros niños, los carros y las flores. Él investiga cada esquina del mundo, y la camisa se empieza a ensuciarse. Cerca de su ombligo, el niño tiene una mancha de comida grasosa. El hombro del niño se ensució cuando se trepó en ese árbol. En la manga derecha tiene recuerdos de cuando jugó fútbol con sus amigos ese día y se cayó en el lodo.

Cuando regrese a la casa, su madre le preguntará qué hizo en la escuela para llegar con una camisa tan sucia. Él le explicará los superpoderes que obtiene al ponerse su camisa roja, y ella sonreirá. “¡Ay, héroe!” Esa noche, me pondrán a lavar, como me han puesto a lavar tantas veces. Cuando desaparezcan mis manchas, también desaparecerán los recuerdos que hicimos ese día.