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La uva verde

de Callum Hegarty (2025)

NOTA: este cuento tiene influencias de algunas lecturas del curso, en especial los siguientes cuentos: El Sur de Jorge Luis Borges, Chac Mool de Carlos Fuentes,Axolotl de Julio Cortázar, El ahogado más hermoso del mundo de Gabriel García MárquezEl laberinto del Fauno de Guillermo del Toro (Película)


Hace poco tiempo, Filiberto murió en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Había viajado a las bonitas playas del sur de México, y estaba emocionado por tomar sus pocos días sin trabajo relajándose y haciendo las típicas cosas turísticas . Se acercó a una tienda pequeña de un vendedor con pelo gris y más arrugas en su cara que pelos en su cabeza. Filiberto ignoró que el hombre se pareciera exactamente a él y llevara una etiqueta de identificación que decía “Filiberto”. Solo podía enfocarse en su gol de asimilarse a la cultura mexicana. En ese momento, una criatura que le parecía muy extraña a Filiberto le llamó la atención profundamente. Tenía los ojos completamente negros y redondos, los brazos en forma de tentáculo, y la boca minúscula. Los ojos del pequeño ajolote penetraban por la mirada de Filiberto y parecían pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. El joven Filiberto le preguntó al viejo si podría comprar el pequeño animal.Se quedó estupefacto por el precio que el vendedor le dijo.

—¡¿Diez mil pesos?!—exclamó el turista, pero era la verdad. Él pensó mucho sobre la oferta, pero finalmente se dio cuenta de que si realmente quería absorber la cultura auténtica mexicana, esta criatura antigua sería su ruta. Tomó la decisión de pagar con la mayoría de sus fondos para el viaje a cambio del ajolote y lo trajo a su casa cuando el sol se puso en su primer día en la bonita tierra .

Esa noche, se despertó rápidamente de una pesadilla temerosa, y subió las escaleras a la cocina. Buscó algo de comer, y notó un poco de agua debajo de la puerta del sótano. Se acercó para investigar, y oyó un sonido fuerte de agua corriendo cerca de donde andaba. Abrió la puerta, y descubrió a su horror. ¡El sótano estaba completamente inundado! Y allí, encima de la montaña de agua, estaba el pequeño ajolote nadando al contento de su corazón. Filiberto, en una furia insaciable a la criatura mágica, lo recogió y salió de la casa. Lo tiró en el maletero de su coche y condujo a la playa para deshacerse del monstruo que inundó su sótano.

Llegaron a la Playa Tlacopanocha y Filiberto estaba preparándose para tirar la criatura al océano. Abrió el maletero, pero en ese momento el ajolote saltó y atacó al pobre Filiberto. Con una fuerza imposible, el animal lo cogió y lo llevó lejos, mar adentro.

Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Pero cuando quedó varado en la playa, descubrieron que era un ahogado. Se requirió de los hombres más fuertes del pueblo muy pequeño para levantar el cuerpo a la cima de los enormes acantilados y llevarlo a la casa más grande. Lo pusieron encima de la mesa más larga y andaban extraviados por esos dédalos de fantasía, cuando la más vieja de las mujeres suspiró:

—Tiene cara de llamarse Filiberto.

Era verdad. Todo el pueblo vino para llorar la muerte del pobre Filiberto, y los hombres salieron en sus caballos para buscar si el cuerpo enorme y hermosísimo era de alguien. Las mujeres se quedaron para cuidar al ahogado, darle las pocas flores que tenían, y darle de comer unas medicinas tradicionales con el deseo que regresará a la vida para ellas mientras los hombres exploraban el área alrededor. La tropa de hombres estaba dirigida por un hombre que se llamaba Juan, el secretario de la biblioteca del pueblo y el nieto de un soldado valiente quien había muerto en la guerra revolucionaria de su país. En el pueblo normalmente no había mucha acción, pero este momento de caos representó la perfecta oportunidad para Juan de completar su destino. Él mandó su tropa montar sus caballos para buscar por los pueblos alrededor el dueño del guapo Filiberto.

Juan subió a la cima de su caballo, pero después de los primeros galopes, Juan se cayó del animal y su cabeza fue aplastada por el enorme casco. Inmediatamente, los otros hombres le ayudaron a traerlo al sanatorio del pueblo para que él pudiera recuperarse. De todos modos, la tropa continuó su viaje.

Después de media hora en la carretera, la tropa encontró una escena tan bonita que parecía que vino del cielo. La figura en el centro parecía como surgida de las profundidades del infierno. Al final de una mesa larga, llena de varias comidas e indulgencias en un banquete adecuado para un dios, había un monstruo grotesco que no tenía ningunos ojos en su horrible cara. Su forma era de piezas mezcladas de piel que parecían haber sido cosidas por un ciego con una máquina de coser rota. En el plato sobre la mesa enfrente de él habían dos ojos mojados.Las manos flacas contenían uñas largas, negras, afiladas, y en general repugnantes. Los hombres se acercaron al banquete y sentían una fuerte tentación de tomar unas de las frutas. El líder, quien actuó en lugar de Juan, les ordenó a su tropa de no tocarlo. Sentía una sospecha curiosa de que algo era incorrecto que surgía de la naturaleza peculiar de la escena. Les ordenó continuar, y la mayoría de la tropa lo hizo, excepto un hombre que se quedó. Puesto en un trance, estudiaba las frutas y carnes de la mesa. Ignorando las órdenes de su líder, el rebelde tomó una uva verde y se la puso en su boca rápidamente esperando que nadie lo viera. El monstruo no lo vio, como él había esperado, pero lo había sentido. En ese momento, el monstruo recogió los ojos del plato y se los puso en sus manos. Levantó las manos y entonces pudo ver al hombre con la uva en su boca, y se volvió salvaje. El monstruo gritó, alertando a toda la tropa, y empezó a perseguir a todos ellos mientras galopaban por sus vidas en sus caballos de regreso al pueblo.

Cuando llegaron al pueblo, podían ver al monstruo todavía persiguiéndolos a través de los árboles. Dos de los hombres corrían hacia el monstruo con sus lanzas pero los cogió y se comió sus cabezas. Un hombre disparó una flecha al monstruo, pero lo agarró y lo tiró hacia atrás, matando al arquero. 

Por el ruido de gritos y lucha, Juan se despertó en el sanatorio y fue afuera para investigar. El primer visto que tomó fue del monstruo del infierno comiendose la cabeza del segundo líder. Juan agarró una espada y corrió hacia el demonio. Evitó un ataque y cortó la cabeza de la abominación satánica con un corte de espada. Sin embargo, algo le dijo a Juan que no había terminado con su misión.

El cuerpo del monstruo se levantó otra vez, usando sus brazos para ver y moverse. ¡No necesitaba la cabeza! Como una gallina demoníaca, corrió hacia Juan sin cabeza, pero Juan se dio cuenta de la única opción para salvar el pueblo. Él corrió al borde del acantilado, y cuando el monstruo saltó sobre él, Juan lo agarró y los dos cayeron al fondo del oscuro abismo de abajo.

En la fracción de siglos que demoró la caída de su cuerpo hasta el abismo, Juan sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado. Pero en los amaneceres de los años venturos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de las frutas y varias otras comidas que estuvieran en la nueva mesa del monstruo en su nueva casa, y mirarán allá, sí, allá, es el pueblo destruido por Filiberto.